miércoles, 3 de julio de 2013

Nuestro campo

La cebada y el trigo están ya altos. Pronto entrarán las modernas máquinas agrícolas y estos sembrados quedarán al descubierto. 




















Años atrás, en los últimos días de junio, el ochenta y cinco por ciento de nuestra población campesina iniciaba un corto periodo de emigración que venía a durar unos quince o veinte días. Iban a hacer su agosto a las pródigas tierras de esta inmensa llanura.

Un tradicional desfile de carruajes, ocupados por familias enteras, dispuestas a realizar un quehacer duro y laborioso. Segadores que recorrían palmo a palmo, hoz en mano, estos ondulados mares de espigas.

Este recuerdo me ha venido hoy a la cabeza.

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