El fin de semana, además de los paseos micológicos, lo hemos dedicado a disfrutar de una escapadilla cultural. Hemos recorrido alguno de los parajes que mejor definen nuestro paisaje y arquitectura. Tierras cubiertas de cereales y viñedos salpicadas de pueblos, ventas y posadas. Con casas típicas de blancas paredes encaladas y molinos de viento, en pequeños cerros, sobre la extensa llanura.
Y como soy de las que piensan que también se hace cultura a través de una buena mesa, no nos pudimos resistir a un delicioso ajoarriero típico de la zona.